viernes, 11 de enero de 2008

Amor en los tiempos del celuloide (esbozo de una crítica de cine)

Una de las pocas cosas que me da flojera en este mundo es entrar a una sala de cine; desmotivado por las historias predecibles made in usa (y en México tampoco hacen malos quesos en ese sentido), hay pocos alicientes que me hacen ver una película. Hasta el viernes pasado que pasaba por un Cinépolis y ví anunciada en cartelera una adaptación de El amor en los tiempos del cólera, de mi gurú García Márquez.

Motivado por el morbo (y por el hecho de que era uno de los libros que me faltan por leer del buen Gabo), al día siguiente acudí al cine de marras en compañía de mi hermana y unas primas, que, valiéndose de la regla del B-15, pudieron entrar a la sala sin mayor trámite.

Por lo pronto, dejo los detalles críticos y técnicos del celuloide a mi crítico de cine favorito (Francisco Peraza dixit); sin embargo, van mis two cents sobre El amor en los tiempos del cólera versión Hollywood. Creo que uno de los grandes pecados capitales del cine gringo es el hecho de que las películas que corresponden a un ámbito distinto al estadounidense se hablan ¡en inglés!. Craso error.

En segundo lugar... er, creo que es todo por hoy.

Otro post más desde las costas de la Península Barataria.

miércoles, 2 de enero de 2008

Barcelona-1954; Todos Santos-2008

A mi nuevo amigo, Carlos Ruíz Zafón,
por enseñarme que un libro no debe morir jamás, y la esencia del mismo mucho menos.

Corrían los últimos minutos del año dos mil siete en aquel lugar de rancia y agreste memoria; en algún lugar del bajío había un hombre de centenaria apariencia, cuyos surcos delataban que alguna vez tuvo otra existencia más desasosegada que la que llevaba en las alforjas.

- Aquí estarás a salvo- dijo, dedicando el último adiós a aquel ilustre compañero,cuyo escondite original había dejado de ser inseguro desde hacía tiempo. Tenía, evidentemente, fe en que los cimientos de aquella casa de la calle del Pilar serían el cementerio perfecto para la memoria de Julián Carax. Que ironía. Condenado a vivir por siempre, pero lejos de su terruño.

Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Cinc. Quatre. Tres. Dos. Un.

La sombra del viento había quedado a salvo. Ahora Daniel Sempere podría morir en paz mientras su inerme cuerpo era iluminado por los anónimos fuegos de artificio que auguraban la llegada del nuevo año en la desnudez de la península barataria.

Otro post más desde las costas de la Península Barataria.